lunes, 12 de noviembre de 2012

"Los deseos conducen a la permanente preocupación y decepción, ya que todo lo que se desea de este mundo es miserable y corrupto".

El mero hecho de desear revela la insatisfacción personal y material, el estar incompleto, el necesitar más cosas para sentirnos llenos y felices. De ahí viene la preocupación y la decepción, hermanas de las expectativas creadas con cada nuevo deseo. Si bien nuestro mundo tal y como lo conocemos, de seres humanos imperfectos que cada día se hacen más daño los unos a los otros y se despegan más de la naturaleza, es corrupto y miserable, alimenta también estas miserias y estos deseos, que por definición estarán contaminados y enfermos.

El marketing y la publicidad no son más que instrumentos del capital, del rey de nuestro mundo, para exorbitar estos deseos, elevarlos a necesidad y alejarnos más y más de lo que somos, puro amor, para creernos que debemos de poseer mucho para ser mejores que el otro.

Ciertamente hay algo que funciona mal en este paradigma de pensamiento y es preciso volver a las raíces antes de autodestruirnos.

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